lunes, 28 de octubre de 2013

La libertad del renacimiento

Cuando caes en un pozo todo se tiñe de un negro cegador y el espacio se vuelve agotadoramente infinito. Es difícil ver como  todas las partes que te conforman se van desmembrando. Es muy difícil ver tu propia destrucción desde el ángulo de un espectador privilegiado.

Sentís que todo se cae y no hay forma de evitarlo, solo lo ves. Todo se vuelve agobiantemente intenso y en la oscuridad perdes todo sentido de ubicación.

Pero al llegar al fondo, espacio que ya conoces y que alguna otra vez transitaste, no queda otra cosa por hacer más que levantarse. Te caes, te levantas. Es un ciclo simple, pero muchas veces extremadamente difícil de cumplir. Y aun cuando podes hacerlo, muchas veces sentís un terrible dolor en tus rodillas y en tu espalda que te impide sostenerte de pie.

Sin embargo esta vez fue distinto, esta vez al pararme había una puerta entreabierta. Se veía luz, pero la conmoción del golpe aun era muy fuerte. Sentí aun más miedo que cuando estaba cayendo. Me sentí solo, confundido y con una gran angustia que anquilosaba todo mi cuerpo.

Sin embargo esta vez fue distinto. Al cruzar esa puerta empecé a sentir calma, a sentir mi cuerpo más relajado, más liviano. Casi sin notarlo sentí como las facciones de mi cara se movían y formaban una sonrisa. Una sonrisa liberadora, una sonrisa que esta vez no era forzada, que no escondía llantos secretos, una sonrisa que de verdad reflejaba alegría.  Sentí una energía que recorría toda mi existencia, desbordante, apasionada, intensa. Una energía que me hacia bailar al ritmo de una libertad que emanaba de mi cuerpo, un baile desenfrenado que rompía con todas las ataduras que se anudaban en mis brazos y en mis tobillos.

Al abrir los ojos la luz me permitió ver otra puerta abierta frente a mí. Pero esta vez no sentí miedo, no dude, esa energía que me recorría me hizo salir corriendo hacia ella y atravesarla. Y esta vez la sensación fue aun más intensa. De mi espalda salieron alas. Alas que yo sabía que poseía pero que durante una década estuvieron cerradas. Alas que me hacían sentirme aun más libre, aun más pleno. El espacio seguía siendo infinito, pero ahora podía recorrerlo a mi antojo y disfrutar cada vuelo, cada giro, cada movimiento. El aire abrazaba todo mi cuerpo y la sensación de libertad era infinita. Una cadena que durante una década me envolvió se destrozaba en miles de pedazos. Pedazos de una libertad recuperada.  

No solo seguía sonriendo, no solo sentía una felicidad que me desbordaba, no solo volaba libre sino que ahora me sentía pleno. Pleno de disfrutar mi renacer.

Y en uno de mis vuelos puede ver otra puerta, otra puerta que a su vez permitía ver otra puerta abierta y aun por la mirilla de esa otra puerta seguía viéndose luz. Y casi como si existiera una rara aliteración de puertas y mirillas infinitas, mi vuelo libre y apasionado se encuentra hoy con miles de puertas por atravesar, miles de sensaciones que desbordan mi existencia y que con cada paso me generan paz y calma.

Fue muy difícil ver mi propia destrucción como espectador protagonista. Pero hoy siento lo desbordantemente hermoso de la libertad en todo mi cuerpo, hoy siento la pasión de esa energía que brota de mi cuerpo, hoy siento mis alas agitarse con la fuerza necesaria para generar huracanes de cambios. Hoy, después de años de silencios, enigmas, tristezas, engaños y dolor, hoy puedo decir que me siento plenamente feliz y con toda la calma y armonía que por estos días refleja esa sonrisa que acompaña mi rostro.

1 comentario:

julis87 dijo...

Que bueno!!!!! felicidades, ojala yo haya podido ser una herramienta para que puedas sentirte plenamente feliz.... feliz de ser vos, el autentico!