Hay situaciones que nos interpelan completamente. Nos fisuran,
desestructuran nuestros pilares, desarman nuestras armaduras. Nos dejan
expuestos.
Hoy fue un día de esos. Esto no es un cuento, no es poesía.
Es mi vida y un grito hecho letras. Una confesión textual para canalizar el huracán
que sacudió mi cerebro.
Una charla de una hora, condenso casi 10 años de mi vida. En
un lugar, momento y contexto que no me esperaba. Pero se dio así. Y no pudo ser
más oportuno.
10 años de silencios, dudas, deducciones obsesivas y en una
hora del mediodía todo se disipo. Imagine muchas veces esa charla, agregue y
saque palabras. Me imagine silencios, lagrimas. Pensé en todo lo que esa charla
produciría y me produciría.
Y habiéndola tenido lo único que siento es calma. Siento que
todas las mochilas que acumule en 10 años y que tanto me dificultaban al
caminar desaparecieron en 10 minutos.
Hoy me siento plenamente libre, mis lágrimas tenían el sabor
de esa libertad que siempre imagine. Mi caminar es libre, mi cabeza es libre.
Nada es gratuito, mi cuerpo no supo cómo reaccionar. Piernas
que temblaban, pulso descontrolado, la necesidad de volver a prender un
cigarrillo después de mucho tiempo. Los dientes que no paraban de chocarse
entre sí. Millones de reacciones y procesos cerebrales.
La charla no termino con palabras, termino en un abrazo muy
fuerte. Ese que me termino de dar calma.
La calma de que está todo bien. La calma de que nada fue en
vano.
La calma que trae volver a sentir las alas y poder volar.
Libre, tan libre como no pude estar por casi 10 años.
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