miércoles, 30 de julio de 2014

Piernas


Me miras con lujuria.
Se cuanto te gusta que empiece ahí.
Acaricio tus pies, juego con ellos.
Les cuento los secretos que tu oído ya conoce.
Paso mi lengua sobre tus piernas.
Deposito en mi boca tus deseos.
Avanzo y empiezo a sentir como te retorces.
Siento como tus piernas se mueven, se inquietan.
No hay tregua, nunca la hubo.
Pauso mi movimiento, me miras con la ira propia del deseo.
Mis manos se adhieren a tus muslos.
Te moves, saltas levemente.
Sigo subiendo.
Nuestras piernas hablan un lenguaje subversivo,
se anudan, como si se conocieran
como si hubieran sido creadas para ese momento.
Tu rostro frente al mío
Tus manos arañan mi espalda,
Las mías sujetan tus caderas.
Tomo tu pierna,
sabes donde quiero llevarla.
Tu mirada tiene una mezcla de suplica y ansiedad.
Lentamente la apoyo sobre mi hombro,
Mi lengua vuelve a deleitarse con ella.
Voy a tu oído, lo beso, lo muerdo.
Te exijo que me lo pidas.
Levanto tus piernas, tu espalda se arquea en ángulo perfecto.
Empieza a sonar la música.
Bailamos en perfecta armonía.
Tus piernas se llenan de espasmos,
tu boca entrega un grito sordo.

Fuimos uno.
Fuimos el magnífico y etéreo momento en que nuestras piernas
volvieron a encontrarse.


jueves, 24 de julio de 2014

Cintura


Me aferro a tu cintura,
curva infinita de placer.
Tu ombligo, pidiéndome a gritos un beso se sumerge en mi boca,
lo acaricio con la punta de mi lengua tantas veces que se vuelve mío,
se entrega,
se inunda de calor,
tu cuerpo me pide que baje.
Queres sentir mis besos en todo tu existir,
metes tus dedos en mi cabellera y me apretas,
me pedis que te llene,
me pedis que te queme,
que te apriete y así puedas volverte inconciente.
Con tus ojos cerrados te dejas amar.
Y yo, besando cada poro de tu piel, continuo con el infinito placer que me produce saborearte.
Con mi mano en tu cadera apego tu cuerpo hacia mi,
mi lengua te sigue encontrando.
Paso mi frente por tu piel
y mi aliento se mete en vos,
te posee,
me respiras y yo te bebo
me tragas y yo te como.
Nos esfumamos de la realidad
Tus lágrimas en mi boca,
tu éxtasis en mi pecho.
Nuestros cuerpos confundidos.
Nuestros sudores fundidos.
Nuestras respiraciones agitadas una vez mas.
Nuestro encuentro, tu cintura, el placer de volver a sentirnos.


martes, 15 de julio de 2014

4 años

Hace cuatro años en una madrugada muy fría se aprobaba la ley de matrimonio igualitario.

Quienes me conocen saben que no estoy de acuerdo con el matrimonio como institución. Que no está en mis planes, por lo menos es esta etapa de existencia, recurrir a esta figura jurídica.

Pero sin duda alguna era una lucha que había que darla, porque lo que se discutía era mucho más amplio. Porque por primera vez, los putos que siempre existimos, éramos visibles. Estábamos en los diarios, en los canales de televisión, en cada esquina, en cada bar, en cada escuela, en los trabajos, en tribunales, en cada discusión y en cada debate a favor o en contra. Entramos a las iglesias, que nos seguían tratando de anormales y enfermos, pero que ya no podía tapar el debate que se estaba despertado.

Siempre existimos y lo que se pedía era quien quisiera cometer un matrimonio tuviera la libertad de hacerlo. Pero no como una nuestra de tolerancia sino porque somos seres humanos.

No buscamos ser aceptadas, toleradas o invitadas a ser personas de bien; exigíamos que se respete nuestro derecho como personas.

No le pedimos permiso a nadie para ser, existimos y caminamos con orgullo como las maricas que somos. Y lo hacemos aunque algún heterofascista le moleste nuestras besas, nuestros contoneos de cadera, nuestras plumas, nuestras palabras, nuestras ideas, nuestros cuerpos, nuestras identidades.

Existimos y no pedimos permiso hacerlo, luchamos por romper las barreras que nos quieren dejar en las márgenes y todo el tiempo decimos presente. Porque cogemos y amamos como un lucha política, y ya no nos escondemos.

Porque fuimos anormales, enfermos, invertidos, sodomitas, pecadores, monstruos, abominaciones, portadores de la peste y nunca dejamos de amar.  Y nos encontramos y nos amamos libremente, sin etiquetas, sin prejuicios, permitiéndonos desear y ser morbosos. Porque no somos hipócritas, ya no estamos encerrados, estamos orgullos de ser quienes somos. Y con esto no me refiero a ninguna marcha, que también podríamos debatir quien participa y a quienes se les permite estar orgullosos.

Me refiero al orgullo como vivencia personal, al proceso constructivo/deconstructivo por el que pasamos tod*s para sentirnos libres de vivir nuestra identidad de la manera que queramos.

No te creas que somos la meca de la igualdad. Entre nosotr*s también nos discriminamos.  Porque esa es una lucha todavía pendiente, buscamos la igualdad pero somos diferentes. Y entendernos y aceptarnos como diferentes es el gran desafío. Porque no se escuchan todas las voces, porque no se respetan todas las identidades, porque no se pone todo al mismo nivel, porque nuestros discursos no se valoran igual.

No podíamos quedarnos calladas porque lo que se discutía no era el derecho a casarse era la oportunidad de empezar a generar una ruptura en el discurso heteronormativo.
Nuestros discursos ya no venían desde las periferias de las sombras, ahora éramos visibles. Ahora toda la sociedad sabía que no nos íbamos a conformar solo con esto.

Esa madrugada no me reconocieron el derecho a casarme, empezaron a preguntarme que sentía ser un ser humano.