Cuando hay amor, el tiempo y el espacio se
vuelven extremadamente relativos. La primera vez que Ulay vio a Marina
Abramovíc ella estaba desnuda en público y se dibujaba con una cuchilla un
símbolo comunista en su vientre. Era 1976, en Amsterdam. Fue más que
un amor a primera vista. Ella serbia, él alemán. Ambos nacieron un 30 de
noviembre de años distintos.
Se dedicaban, de alma, a hacer performances locas y marginales. A los dos les
interesaba el deseo del individuo por los ritos. Comprometidos íntimamente con
lo simbólico, cuando su relación se acercaba al final, realizaron una última
performance titulada Los amantes: Marina y Ulay
empezaron por separado a caminar en los dos extremos de la Gran Muralla China.
Después
de una larga caminata, se
abrazaron y dejaron de verse durante
23 años.
En el 2010 ella expuso en el MoMa
su muestra “‘La artista está presente”, donde tenía
que mirar durante un minuto, en silencio, a todos los que se sentaban frente a
ella.
Ulay hizo una
aparición sorpresa durante la inauguración, y esto fue lo que paso…
¿Qué pasa si un gran amor regresa 20 años después? Pasa esto,
nos quiebra, nos interpela, destroza nuestra armadura y se siente un huracán de
emociones y sensaciones contenidas.
Pienso que una de las tantas figuras que explican el amor es
la figura del fantasma. Esa zona ambigua entre la presencia y la ausencia,
entre la vida y la muerte, entre la realidad
y la fantasía. Uno podría preguntarse qué tiene que ver el amor con los
fantasmas pero quizá la pregunta correcta tal vez es más provocativa: ¿no es
todo amor en definitiva, amor por un fantasma? O peor, ¿no amamos en última
instancia una proyección de nuestros modelos ideales? ¿Conectamos realmente con
la persona que amamos o intentamos desesperadamente que el otro se adecue a
nuestro modelo de amor ideal? ¿Y no es todo modelo de amor ideal, algo real
aunque inexistente?
¿Amar se convierte entonces en un amar entre espectros? ¿Se confunde realidad con fantasía? ¿No hay algo de confusión entre lo real y lo aparente en todo amor? ¿O alguien cree que cuando está con su pareja está realmente con lo que el otro me presenta y no con lo que yo pretendo que el otro sea? Quiero decir, ¿a quién amamos cuando amamos?
¿Y si no es que cada uno de nosotros amamos sino que el amor ama a través de nosotros, utilizando nuestros cuerpos, nuestras pieles, nuestras sensaciones? ¿Y si el amor no es una propiedad que nos conecta con otros, sino que nosotros somos las propiedades de un amor que se expande? ¿Amar no sería entonces ser desesperadamente consientes que no todo empieza y termina en uno?
¿Qué pasa si un gran amor regresa 20 años después? Pasa esto…