miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Qué pasa si un gran amor regresa 20 años después?



Cuando hay amor, el tiempo y el espacio se vuelven extremadamente relativos. La primera vez que Ulay vio a Marina Abramovíc ella estaba desnuda en público y se dibujaba con una cuchilla un símbolo comunista en su vientre. Era 1976, en Amsterdam. Fue más que un amor a primera vista. Ella serbia, él alemán. Ambos nacieron un 30 de noviembre de años distintos. Se dedicaban, de alma, a hacer performances locas y marginales. A los dos les interesaba el deseo del individuo por los ritos. Comprometidos íntimamente con lo simbólico, cuando su relación se acercaba al final, realizaron una última performance titulada Los amantes: Marina y Ulay empezaron por separado a caminar en los dos extremos de la Gran Muralla China. Después de una larga caminata, se abrazaron y dejaron de verse durante 23 años.

En el 2010 ella expuso en el MoMa su muestra “‘La artista está presente”, donde tenía que mirar durante un minuto, en silencio, a todos los que se sentaban frente a ella.
Ulay hizo una aparición sorpresa durante la inauguración, y esto fue lo que paso…


¿Qué pasa si un gran amor regresa 20 años después? Pasa esto, nos quiebra, nos interpela, destroza nuestra armadura y se siente un huracán de emociones y sensaciones contenidas.

Pienso que una de las tantas figuras que explican el amor es la figura del fantasma. Esa zona ambigua entre la presencia y la ausencia, entre la vida y la muerte, entre la realidad y la fantasía. Uno podría preguntarse qué tiene que ver el amor con los fantasmas pero quizá la pregunta correcta tal vez es más provocativa: ¿no es todo amor en definitiva, amor por un fantasma? O peor, ¿no amamos en última instancia una proyección de nuestros modelos ideales? ¿Conectamos realmente con la persona que amamos o intentamos desesperadamente que el otro se adecue a nuestro modelo de amor ideal? ¿Y no es todo modelo de amor ideal, algo real aunque inexistente?

¿Amar se convierte entonces en un amar entre espectros? ¿Se confunde realidad con fantasía? ¿No hay algo de confusión entre lo real y lo aparente en todo amor? ¿O alguien cree que cuando está con su pareja está realmente con lo que el otro me presenta y no con lo que yo pretendo que el otro sea? Quiero decir, ¿a quién amamos cuando amamos?
 
¿Y si no es que cada uno de nosotros amamos sino que el amor ama a través de nosotros, utilizando nuestros cuerpos, nuestras pieles, nuestras sensaciones? ¿Y si el amor no es una propiedad que nos conecta con otros, sino que nosotros somos las propiedades de un amor que se expande? ¿Amar no sería entonces ser desesperadamente consientes que no todo empieza y termina en uno?

¿Qué pasa si un gran amor regresa 20 años después? Pasa esto…
 



lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Donde?



A veces las preguntas llegan a nuestras vidas en momentos muy precisos y para nada azarosos. Y después de todo lo ocurrido en mi vida por estos días, la pregunta quedo perfectamente instalada en mi cabeza.

¿Dónde me quede?

Y la respuesta quizá sea simple y compleja al mismo tiempo, porque me quede en muchos lugares y con muchas personas.

Me quede escuchando a Armanda diciéndole a Harry, “No te ha de ser cosa fácil, pero lo harás. Cumplirás mi mandato y me matarás. Esto es todo. No preguntes nada”.

Me quede observando a Pablo Castel entendiendo que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había trascurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esa muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles

Me quede en el Jardín de las delicias del Bosco entregándome a la lujuria e implorando no llegar al Infierno

Me quede llorando al ver a Lorca morir por amor, un amor de esos que arden y nos queman las entrañas.

Me quede con los ojos cerrados, hipnotizado con la Danza Húngara Nº 5 de Brahms

Me quede escuchando los horribles silbidos y espantosos aullidos que resonaban en el aposento del Dr. Fausto de Marlowe cuando vinieron a llevarse su alma.

Me quede observando a la Tía Daniela amando de la única manera que puede amar una mujer inteligente, como una idiota.

Me quede en un grito desesperado de María Callas interpretando “La mamma morta”

Me quede en la venganza de Alfonsina al confesar que no lo mato con armas, busco una muerte peor: lo beso tan dulcemente que le partió el corazón.

Solo hubo un lugar donde no pude quedarme; aquella oscura y conocida habitación en la que solo había un espejo.