A veces las preguntas llegan a nuestras vidas en momentos muy precisos y para nada azarosos. Y después de todo lo ocurrido en mi vida por estos días, la pregunta quedo perfectamente instalada en mi cabeza.
¿Dónde me quede?
Y la respuesta quizá sea simple y
compleja al mismo tiempo, porque me quede en muchos lugares y con muchas
personas.
Me quede escuchando a Armanda diciéndole
a Harry, “No te ha de ser cosa fácil, pero lo harás. Cumplirás mi mandato y me
matarás. Esto es todo. No preguntes nada”.
Me quede observando a Pablo Castel
entendiendo que en todo caso había un
solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había trascurrido mi
infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos
transparentes del muro de piedra yo había visto a esa muchacha y había creído
ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad
pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles
Me quede en el Jardín de las
delicias del Bosco entregándome a la lujuria e implorando no llegar al Infierno
Me quede llorando al ver a Lorca
morir por amor, un amor de esos que arden y nos queman las entrañas.
Me quede con los ojos cerrados,
hipnotizado con la Danza Húngara Nº 5 de Brahms
Me quede escuchando los horribles
silbidos y espantosos aullidos que resonaban en el aposento del Dr. Fausto de
Marlowe cuando vinieron a llevarse su alma.
Me quede observando a la Tía
Daniela amando de la única manera que puede amar una mujer inteligente, como
una idiota.
Me quede en un grito desesperado de
María Callas interpretando “La mamma
morta”
Me quede en la venganza de Alfonsina al confesar que no lo mato con
armas, busco una muerte peor: lo beso tan dulcemente que le partió el corazón.
Solo hubo un lugar donde no pude quedarme; aquella oscura y conocida habitación
en la que solo había un espejo.
1 comentario:
Qué vicio escindirse, eh?
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