Esa acidez en el esófago que me produce encontrarme siempre en los
mismos lugares.
La misma niebla, el mismo hedor.
Las arcadas permanentes como gritos de liberación de mi
propia existencia.
Pensar
Pensar(te)
Pensar(me)
¿Te da miedo pensar que un amor real es posible?
Amar duele, siempre dolió.
¿Dónde está el límite de lo que soy? Todo el tiempo lo estoy
corriendo pero siempre necesito poner uno. La inmensidad de lo no delimitado me
aterra
Soy yo. La necesidad sofocante de cercos, paredes,
escritorios, columnas, orden.
Mi desorden está perfectamente ordenado.
¿Te pusiste a pensar que el único espacio de libertad son
los pasillos?
Allí solo transitas, estas de paso, vas y venís. Decidís si
quedarte o irte. Decidís que puerta golpear. Solo conoces que hay detrás de la
tuya, pero no que se esconde detrás de las otras.
Es un no lugar. Te pertenece mientras estas en el, pero no
es tuyo. Es un tránsito. Es compartido. Podes volver a la puerta de la que
saliste o entrar en otra. ¿Y acaso el amor no es así?
Es mi no lugar.
¿Y los fantasmas? Esa mezcla entre presencia y ausencia,
vida y muerte, realidad y fantasía. Los veo todo el tiempo, se que son míos. Ya
no me asustan, aprendimos a tolerar nuestra convivencia.
¿Y acaso no es eso el amor? Presencia, ausencia, vida,
muerte, realidad, fantasía.
En ese (des)orden esta todo lo que tengo para vos.
Tengo palabras para susúrratelas y unirnos en esa charla que
tanto espere.
Tengo miradas guardadas para dirigirlas directamente a tus
ojos y marcarte el camino para que sepas como
llegar hacia mí.
Tengo caricias que buscan tu cuerpo.
Tengo besos que quieren enloquecerte y hacer que dependas de
ellos como una adicción.
Tengo amor. Te busca, desesperado. Sabe que vos existís. En algún lugar, en algún
mundo, detrás de alguna puerta, dentro de algún limite. Sabe que existís y lo
desespera no encontrarte.
Sigo corriendo el límite de mi mismo. Y cada vez que lo hago
pretendo encontrarte dentro de el.
Pretendo, pero
empiezo a sentir esa acidez una vez más.
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