martes, 23 de septiembre de 2014

Humillación y deseo

Llegue a depender de su humillación como el aire que respiraba.

Su perversión me seducía.

Si no me usaba enloquecía.

Sentía miedo de perderlo.

Me gustaba ver la sangre que brotaba de las heridas que llevaban su firma.

Deliraba con cada uno de sus dientes clavándose en mi piel.

Sus torturas me extasiaban de placer.

Solo ante él me sentí  verdaderamente desnudo.

La forma en la que me hablaba y me daba órdenes en la cama,

cuestionaba todos mis posicionamientos políticos en torno a mi deseo.

El me humillaba y eso me hacia arder.

Recuerdo cuando me dijo al oído: al fascismo se lo puede joder de muchas maneras.

Y así, abrazados, extasiados,  yo creía que lo estábamos jodiendo.


WR

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