Usted y yo supimos tener un pacto.
Yo te acariciaría con ternura y vos no dejarías de sonreír.
Yo fingiría que no me importaba que te olvides de llamarme y
vos dirías que me extrañabas.
Tu cuerpo me esperaría como yo esperaría el tuyo, sin más
palabras que las necesarias, con alguna mirada de esas que lograban quemarme.
Las distancias nunca nos afectarían, porque aun en ellas
nuestras miradas estarían la una pendiente de la otra. Por supuesto que a veces
nos convertiríamos en ciegos que miran pero que no quieren ver.
Vos no dejarías de abrazarme y yo abandonaría todas mis
armaduras para buscar la protección de tu pecho.
Lloraríamos juntos.
Yo me desnudaría mostrándote incluso aquellos secretos que
mi piel escondía y vos besarías cada una de esas cicatrices y llorarías conmigo
mostrando las que tu cuerpo también escondía.
Yo manipularía todos los días las agujas del reloj para que
nuestros besos sean infinitos.
No dejaríamos que el desencanto que llega al terminar el
enamoramiento se interponga en ese amor que empezábamos a construir.
Nos diríamos siempre aquello que sentíamos, sin guardar
nada. Ni siquiera eso que sabríamos nos llevaría al enojo.
No nos lastimaríamos.
Supongo que debo confesarlo. He roto el pacto varias veces.
Lo rompí cada una de las veces que me encerraba a llorar por
sentirte lejos y al salir fingía que nuestro amor seguía intacto.
Lo rompí cada una de las veces que esperaba escucharte decir
que me amabas y solo había silencios.
Lo rompí cuando decidí seguir amando a alguien que ya no me
amaba.
Lo rompí cuando decidí protegerte aun a costa de seguir lastimando
toda mi piel.
Lo rompí cuando me di cuenta que no eras la persona con la
que había firmado el pacto y aun así decidí cuidarte.
Supongo que no era parte del pacto que te aparecieras en mis
sueños desdibujando todas mis realidades, excepto la tuya, la única realidad
que perduro, la más melancólica.
Supongo que no eran parte del pacto esos gritos disfrazados
de silencios que se tornaron ensordecedores.
Supongo que no era parte del pacto entender que de nada sirvió
pactar.
Ellos y yo creímos tener un pacto.
Hoy lo único que puedo pactar es no olvidarlos ni
acompañarlos, no sentirlos ni dejarlos que se pierdan, no creer que hay explicación
para las emociones ni razones que invaliden las decisiones que en virtud de
esos pactos tome.
Supongo que hoy, lo unico que queria era acordarme de ese pacto.
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